El operador de casinos más grande de Australia debió lidiar con los desafíos de estos tiempos, que van desde los cierres provocados por el COVID-19 hasta el marco regulatorio, que le ha costado la licencia a su casino en Sydney y amenazó a los de Melbourne y Perth.
Las restricciones en el país también han dificultado que los jugadores extranjeros, especialmente de China, visiten sus casinos.
“De cara al futuro, el COVID-19 continúa creando incertidumbre, con restricciones operativas variables que siguen siendo una característica de la vida cotidiana, y es probable que continúen influyendo materialmente en el desempeño comercial”, dijo la presidenta interina, Jane Halton.
Crown también ha estado bajo un intenso escrutinio regulatorio mientras intenta convencer a las autoridades de que puede reconstruir su imagen, después de que una investigación de Sydney en febrero descubrió que la compañía permitió el lavado de dinero en sus instalaciones durante años.
Una investigación sobre su casino de Melbourne, que genera tres cuartas partes de sus ganancias, finalizará en octubre, mientras que una investigación independiente en su casino de Perth se extendió hasta marzo de 2022.
La incertidumbre hizo que Star Entertainment Group retirara en julio una propuesta de compra de la firma, por 9.000 millones de dólares australianos.
Se lanzó una propuesta separada de Oaktree de $ 3.000 millones, como una opción para financiar la compra de una parte de la participación del multimillonario James Packer. Pero el lunes, la compañía informó una pérdida neta de $ 261,6 millones de dólares australianos (US$ 191,33 millones) para el año que finalizó en junio, en comparación con una ganancia de $ 79,5 millones del año anterior.